Siempre acudo con ilusión a las bodas, pero en esta incluso un poquito más. Por la pareja, por el entorno, por todo lo que hizo que esta boda fuese tan personal y porque entre los invitados había algunos amigos con los que tenia muchas ganas de volver a coincidir.
Desde el principio estábamos todos con la sonrisa puesta, al ver que la comitiva que entraba delante del novio eran unos pequeños agentes del FBI con su acreditación personalizada y con un maletín en el que se custodiaban los anillos.
Abrazos, sonrisas, lágrimas, brindis, un emotivo recuerdo para los que ya no están y mucho sentido del humor. Tanto como para entrar al restaurante con bolsas del McDonalds o para disfrutar de un desternillante juego en el que el que pierde se lleva un tortazo de nata montada. Ver la cara de Alex ganando a su hermano a este juego, fue uno de mis momentos favoritos. O cuando apareció un zorro por sorpresa, al lado del restaurante, atraído por el olor de la comida. En pocas bodas se puede contar esa anécdota. O el momento en el que el grupo Seven, en mitad del baile, le cedió el micrófono a Alex, y se puso a cantar junto a algunos de sus mejores amigos creando un ambiente increíble. O cuando Ana sacó su lado Gloria Fuertes, y le dedicó una poesía a Alex en el que se mezclaba el amor y el humor. Todo lo hicieron con un cariño contagioso y eso se notó en todos los detalles. Aquí va un resumen de un día en el que todo salió perfecto!
Alex y Ana. 27 Octubre 2018
Ceremonia y celebración: Ligüerre de Cinca, Huesca
Fotografías: Beatriz Pitarch
Segunda fotógrafa: Silvia Peña